Comentario
La derrota de los astures y cántabros pone fin al proceso anexionista que Roma había iniciado en Hispania dos siglos antes; el desarrollo de las guerras coincide con una etapa de profunda reorganización del mundo romano, que permite incluso hablar de un nuevo período histórico, al que conocemos como Principado, que, evolucionando y transformándose, se proyecta cronológicamente hasta el siglo III d.C.
Las reformas emprendidas por Augusto, heredero de César pero a su vez triunfador de las cruentas guerras civiles que se inician tras su asesinato en los Idus de Marzo del 44 a.C., ponen fin a la República Imperial, en la que la Ciudad-Estado de Roma logra la conquista del mundo conocido (oikumene) o al menos de aquella parte que le es de utilidad en un difícil equilibrio entre recursos que se obtienen y los medios humanos y económicos necesarios para conseguirlo.
El nuevo régimen, definido por su autor como el mejor de los posibles, implica la consolidación de los poderes personales, que se habían gestado durante la Tardía República mediante las llamadas dinastías militares. El Principado surge en un contexto en el que subsisten las más importantes instituciones de la República y de sus correspondientes soportes sociales, como el senado; no obstante, posee en su conformación los resortes necesarios para transformarse en monarquía divinizada a través del culto al emperador.
La superación del marco tradicional de la Ciudad-Estado implica una nueva relación entre el centro (Roma e Italia) y la periferia (provincias); la depredación de los recursos humanos y económicos del territorio provincial, derivada del concepto de que el territorio anexionado por derecho de conquista constituye el praedium populi Romani, es sustituida por una regulación administrativa, que permite la explotación mediante procedimientos eminentemente fiscales.
El necesario desarrollo de una organización burocrática, inexistente durante la República pero imprescindible para la regulación del marco territorial, genera una potenciación de la economía rmonetaria dado que la compensación en especie, propia de la depredación del antiguo sistema, es sustituida por el salario.
Semejantes reformas poseen una contextualización social en la que debemos subrayar el equilibrio alcanzado en la distribución de privilegios y prerrogativas entre los dos ordines, senadores y caballeros, que conforman la elite social, pero también la restauración de las bases tradicionales de la sociedad romana con sus contraposiciones entre hombre libre-esclavo y ciudadano-peregrino. Todo ello conforma un nuevo marco en las tradicionales relaciones de subordinación de las provincias hispanas al centro del imperio y permite, a través de un proceso de equiparación jurídica, el desarrollo de una inversión que puede observarse tanto en su proyección económica como social; en ella, el eje esencial que vertebra la evolución está constituido por la acentuación del proceso de urbanización, que se había iniciado previamente durante la República Romana, afectando esencialmente a las áreas meridionales y levantinas de las dos provincias Ulterior y Citerior en las que se organizó el territorio.